domingo, 21 de mayo de 2017

La sensación de vivir. Pte 2.

 — ¿Quieres la mazmorra o prefieres una suite? —dijo él muchacho zarandeando un poco más el saco con expresión divertida.

— ¡No hagas eso que me da la sensación de que me voy a caer! —gritó la reina, agarrándose a lo que, ella suponía, era la espalda de Vaalkirar—. Con tus aposentos me vale, pero lo de la
suite… —Kenthiray dejó escapar una risita, tapándose cómo pudo la boca para que no
resultara tan evidente.

— ¿Así? —la malicia cruzó el rostro del joven, que hizo movimientos más bruscos con el saco y amagó un lanzamiento a larga distancia.

— ¡Mi amor! ¡No me seas…! —la pobre chica ya estaba mareada y cerró los ojos mientras se agarraba cómo podía a la áspera tela del saco.

—Dime, cariño —Valkirar soltó el saco en el frío suelo de piedra, sentándose en una butaca con expresión apacible, cómo si no hubiese pasado nada.

Kenthiray abrió los ojos, sintiendo que la tela ya no se ceñía a su alrededor y observando los
aposentos del Mariscal con expresión ceñuda hasta posar sus ojos sobre este, gruñéndole, sin darse cuenta de que estaba totalmente despeinada.

—Eres perverso, me chinchas, no se chincha a una reina.

— ¿Cómo que no? Además, aquí no eres reina, cariño —su voz era melosa y divertida. Se encogió de hombros mientras la observaba, ahí, sentada en el suelo. Ella abrió la boca en un gesto de indignación y le miró directamente a esos ojos verdosos cómo el mismísimo bosque, con un toque amarillo que aparecía de vez en cuando.

— ¡Blasfemia! Lo soy siempre, ser reina se lleva por dentro, tesoro —sin querer, un gesto de superioridad salió a la luz, pero Valkirar no lo pasó por alto y empezó a reír de forma sonora.

—Aquí no, no hay reyes que valgan, así que te aguantas. En Irdhün Shartal domina la Ley Marcial —hizo un gesto de confusión y luego sonrió—. Más o menos, porque al final cada uno es libre y tengo un popurrí de razas por ahí.

Al oír ese nombre, Kenthiray ladeó la cabeza mientras se levantaba y se alisaba el vestido. Miró a Vaalkirar de forma interrogativa y se acercó para sentarse sobre sus rodillas.

— ¿Desde cuándo existe ese nombre? Y… si no soy reina aquí, ¿qué se supone que soy?
¿Representante de Elrhir en primer grado? —alzó una ceja, esperando la respuesta de forma ansiosa.

— ¿Desde cuándo necesitas una invitación formal o representativa para venir? —el joven arqueó una ceja y negó con la cabeza—. Ese nombre existe desde siempre, incluso desde antes que yo, pero es más fácil decir simplemente Irdhün.

La muchacha parpadeó varias veces y luego asintió, sonriendo.

—En realidad no me lo había planteado, pero cierto… Y me gusta el nombre, tiene fuerza —un bostezo hizo sentir a la muchacha la somnolencia contra la que había estado luchando todo ese tiempo y, sin querer, entre conversaciones sobre ambos bosques, sobre criaturas mágicas
y otras no tan mágicas, nuestra amada reina volvió a dormir tranquila, pero, esta vez, no en Elrhir, no en sus aposentos… Y tampoco sola.

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