sábado, 17 de junio de 2017

Aqua.

Se respiraba el fresco aroma a bosque en el aire, mezclado con una pequeña pizca de brisa marina que venía de la costa lejana.
El sol, radiante, brillaba majestuoso en un cielo azul con pocas nubes, tan puras y blancas, cómo si fueran suspiros, que hacían parecer un cuadro a las vistas.

Kenthiray paseaba tranquila por la pradera que había frente al castillo, mirando de reojo ese bosque espeso y verde cómo el jade. La llamaba, sentía que algo la llamaba en las profundidades de ese follaje, así que entró tranquilamente​, guiada por un susurro de aguas tranquilas.

Poco transcurrió hasta que nuestra reina loba encontró lo que buscaba, algo que llevaba mucho ansiando ver con sus propios ojos.

La cascada, preciosa, terminaba en un lago apacible donde las ninfas del bosque jugaban alegremente con el agua entre risas, risas que se mezclaban con el arrullo del arroyo que se adentraba en el bosque y del que nacía la cascada.

Sin pensarlo dos veces, la joven dejó su morena piel al descubierto, sin vergüenza alguna y se zambulló en las cristalinas aguas, que gracias al fondo del lago, tomaban un tono aqua.

El agua refrescaba, pero no era helada, los juguetones rayos de sol que se colaban por la espesura la calentaban lo justo para que fuera perfecta.

Y ahí quedó Kenthiray, boca arriba mientras se dejaba mecer por las ondas que creaba la cascada en el lago, mirando la gran cúpula verde por donde se colaban los rayos dorados, sonriendo para sí misma mientras en su cabeza se arremolinaban pensamientos felices.

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